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miércoles, 24 de febrero de 2010

Desde el Monte Parnaso (del 24 de enero al 6 de marzo)

Por Heráclito





Decía mi colega Eurípides, a quien Zeus tenga en el Olimpo, que “a quienes Dios quiere destruir, primero los enloquece” y parece que algo así le está pasando a la curia de la Iglesia Católica porque en los últimos años parece que ha abandonado a Dios y a los hombres.
Había una vez un cura que ejercía de párroco en los pueblecitos de Toledo, Noez y Totanés, que respondía al nombre de Samuel M. y que a sus 27 años sus reprimidas hormonas tiraban al monte. Así que ni corto ni perezoso y tras realizar múltiples investigaciones a través de lo que los mortales llaman Internet, puso un anuncio en un periódico que rezaba: “Hombre heterosexual para mujeres y parejas. En Toledo capital. Fotos reales. Bien dotado (15 cm.) para tu placer y felicidad. 15 minutos: 50 euros; 30 minutos: 75; una hora: 120. Estoy abierto a todo excepto al sado. No os arrepentiréis, os haré gozar de felicidad como nunca”.
El párroco llegó a apropiarse para satisfacer sus deseos de unos 17.000 euros del cepillo y de las cofradías y esto, claro está, al arzobispo de Toledo no le ha hecho ninguna gracia, así que ha decidido además de apartar al sacerdote de sus labores (la de párroco se entiende), mandarlo a que le realicen un estudio psiquiátrico, aunque ya le digo yo al monseñor que el estudio dirá que tiene la libido en 27 años.
Pero lo que de verdad resulta grave es el desquicio que tiene la cúpula eclesial actual. Mientras amenazaban a los señores diputados con excomulgar a aquellos que se atrevieran a votar a favor de la ley del aborto, protegían de tal excomunión a su católica majestad, el Rey de España, que como marca la Constitución está obligado a sancionar la ley, una vez aprobada.
El ahora obispo jesuita y antes predicador de la igualdad en un barrio obrero, Juan Antonio Martínez Camino, en una difícil pirueta lingüística ha asegurado que el rey está en una “situación única" y añadió que “no hay ningún otro ciudadano que se encuentre en esta situación. Por lo tanto, no son posibles los principios generales para una situación única”. Es decir, que el Rey podrá, si quiere, seguir recibiendo la hostia consagrada.
Otro arzobispo, éste de Granada, Javier Martínez, pronunció una homilía en la Catedral de la ciudad también en contra del aborto. Este Príncipe de la Iglesia aseguró que los crímenes nazis no eran tan “repugnantes” como los que permite cometer dicha ley. Y fue aún más allá al señalar que “matar a un niño indefenso, y que lo haga su propia madre, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer, porque la tragedia se la traga ella”.
Los señores obispos del sur lo arreglaron aún más al explicar que esta frase de Martínez apunta primero “al abuso que la mujer comete primero con su cuerpo y con su hijo”, y que la deslegitima para negarse a que el hombre abuse de ella “como si fuera un objeto”. “El arzobispo”, continúan los prelados en su explicación “se refería a que si la madre es capaz de matar a su propio hijo, el varón tiene entonces autoridad absoluta para hacer lo que quiera con ella y con su cuerpo”. Esto no se lo decían a Atenea que ya sabéis como se las gastaba.
Y no voy a seguir con las declaraciones del obispo de san Sebastián sobre Haití, ni con los casos de pederastia en todo el orbe, incluida España (…).Lo único es que visto lo visto desde este mi Monte Parnaso, la cúpula de la Iglesia está bastante desquiciada y nos está desquiciando a los demás. Quizá, por nuestro bien, el señor que los dirige debería levantar un poco el pie del acelerador, porque si no nos va a volver al rebaño paranoico y veremos lobos donde sólo hay perros.

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